198 días desde que todo comenzó.
En teoría salen dos dígitos por día pero en realidad San Pedro Sula parece ya haber vuelto a la normalidad. El tráfico ha regresado y la mayoría de los comercios ya han abierto.
Ahora la pregunta es salir o no salir. El gobierno y las instituciones insistan que salgas pues la economía del país lo necesita pero pensándolo bien, de alguna forma, tú también lo necesitas. Como seres humanos tenemos una necesidad inherente de conectar no solo con los demás sino con el mundo que nos rodea. Estar casi 200 días encerrados no es viable en ningún sentido. Somos parte de un mundo, de un continente, de un país, de una sociedad, de una comunidad, de una familia y no podemos solo aislarnos.
Aún sigues sintiendo el mix de emociones. Miedo porque ya van más de seis meses y aunque se ha alcanzado un nuevo sentido de normalidad, la incertidumbre sigue invadiendo pues aún no sabemos hasta cuando estaremos en esta situación. Algunos dicen que hasta mediados del otro año (en el mejor escenario) mientras que otros predicen que hasta mediados del 2024. 2024. Se imaginan, tres años más. Independientemente nadie puede darnos garantía de cuando esto mejorará. No queda más que aceptar y abrazar la incertidumbre, viviendo un día a la vez.
Enojo con las autoridades, con el sistema, pues han hecho de la pandemia un negocio. Si necesitas realizarte un hisopado te atienden gratuitamente pero el resultado estará en 14 días (si tienes suerte)… ya para ese entonces o te recuperaste o te complicaste, sin saber si era COVID-19 o no, o también puede suceder que boten o pierdan tu muestra. Entonces no queda más que recurrir a un servicio privado, si es que tienes los recursos económicos para costearlo, sino no te atienden. Así es la realidad de Honduras, es lamentable, pero con dinero baila el perro, como decía mi abuelo.
Y tristeza porque aunque has visto a tus amigos y familiares, sigues extrañando el contacto físico, el poder dar un abrazo, un abrazo que nos acomode y que nos recuerde que no estamos solos en esto.
Volvemos a la pregunta salir o no salir. Tú lo sabrás. Creo que depende mucho de los valores, prioridades, y realidades de vida de cada uno. Lo que si está claro es que el virus vino para quedarse y que no podemos permitir que la vida pase delante de nuestros ojos. Hay que adaptarnos, aprender a vivir con esto...claro, siempre con sabiduría y prudencia, recordando que se supone que somos seres pensantes, consecuentes y racionales.
El 26 de mayo publiqué la primera entrada del blog. Veinte entradas después puedo decir que en este tiempo, aunque la situación no haya mejorado, nos hemos adaptado. Esa pregunta que me invadía sobre cómo sería la interacción social pos-COVID-19 se ha ido contestando poco a poco. Ahora la mascarilla se volvió parte esencial de nuestra vestimenta. A la gente se le saluda de lejos. Al super hay que ir si es posible con todos los implementos de bioseguridad porque es uno de los mayores focos de contagio. Cuando regresamos a casa hay que bañarnos. Hemos aprendido a ir a las tiendas, al banco, a reuniones, bodas, y hasta baby showers en línea. Y aún a metros de distancia, aun usando mascarillas, podemos ver los ojos de los que nos rodean. Podemos sentir la alegría de interactuar, de saber que somos parte de algo más grande y sobre todo de que no estamos solos en esto. ¿Cuándo pasará? Solo Dios lo sabe pero lo que sí es seguro es que seguiremos siendo humanos. Seguro vendrán otras pandemias y el que no se adapte, como proponía Charles Darwin, perecerá.
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