Una de mis grandes bendiciones son mis papás. Las personas que los conocen saben que son personas fuera de este mundo; tan distintos pero tan iguales al mismo tiempo.
Mi mamá es superextrovertida; recuerdo que de pequeña me preguntaba cómo conocía a tanta gente y cómo le hacía para hablar fácilmente con extraños. Mi papá, por otro lado, es serio y callado; reservado a hablar solo con sus más cercanos. Mi mamá es la persona más amorosa que existe, siempre está ahí para el que la necesita y para el que no; siempre dispuesta a dar, a veces más de lo que está dentro de sus posibilidades. Mi papá es la persona más inteligente que conozco, tiene una capacidad analítica sobrenatural y una memoria increíble.
Ambos son personas sencillas, humildes, y apasionadas por lo que aman, y creen que el valor de la gente está en quienes son y no en lo que tienen. Este es uno de los muchos aprendizajes que me dieron a mí y a mis hermanos, pero bueno eso es tema para otro día. Otra característica que comparten es que son personas fuertes. Tengo muy pocos recuerdos de ellos llorando; creo que los puedo contar con una mano. Siempre han tratado de mostrar que están bien. ¿Ven que les dije? Tan distintos pero tan similares al mismo tiempo...y las personas que me conocen pueden dar fe que soy una combinación de ambos... y no sólo físicamente.
Este tiempo de confinamiento me ha hecho extrañarles tanto... constantemente los pienso y rezo por ellos, especialmente porque ambos son médicos y están directamente expuestos al contagio por COVID-19. Siempre he admirado la labor que hacen mis papás; he sido testigo de sus esfuerzos (a veces sobrehumanos), sus frustraciones y sobre todo su entrega por ayudar a sus pacientes, y esta crisis sanitaria no es la excepción.
Me acuerdo la plática que tuve con ellos cuando todo esto comenzó, estaban preocupados pues no sólo carecemos de un sistema de salud que puede hacer frente a una pandemia, sino que esta situación pone en riesgo sus vidas y las de mis hermanos. A quien vi especialmente preocupado fue a mi papá. Si, así como lo leen, mi papá tenía miedo y sigue teniéndolo. Mi mamá por otro lado la he visto más fuerte que nunca; ya le ha tocado ir al hospital en sus días libres para apoyar a su equipo y velar porque los pacientes sean atendidos, sin embargo, sé que en su interior se preocupa y mucho. Ahí están, ambos con miedo, pero seguros de lo que hacen...después de todo, ¿recuerdan que les dije que son fuertes?
Hoy quiero que ambos sepan que aunque estoy exactamente a siete kilómetros de distancia, según Google Maps, estoy con ellos en el corazón y que no, no tienen que ser fuertes, nadie tiene que serlo durante esta pandemia. Ninguno de nosotros tenía manera de saber que esto iba a suceder; nos ha agarrado totalmente desprevenidos y es normal si nos sentimos preocupados o ansiosos, especialmente ellos que tienen altas probabilidades de contagio desde que ingresan a sus trabajos y que al salir se encuentran agotados y lesionados por el equipo de bioseguridad que deben portar por más de doce horas.
Ya sé que en la universidad se nos enseña que no podemos atender familiares, pero sepan que si lo necesitan, estoy disponible para ayudarlos de la mejor forma que pueda como psicóloga y que, independientemente, siempre estoy aquí para acompañarlos y abrazarlos (por los momentos virtualmente), como su hija. Los amo con todo mi corazón y son héroes de la comunidad y de esta setentena, pero más que eso son héroes de mi vida. Un "gracias ma" y "gracias pa" por todo lo que hacen se queda cortísimo. Espero que cuando nos toque ser padres con Daniel, podamos ser aunque sea la mitad de lo que ustedes son.
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Sos una hija, hermana, prima, sobrina y nieta muy especial mi querida Sofia!😘👍👏👏