Han sido semanas muy difíciles. Honduras ha sido víctima de dos fuertes tormentas tropicales que han devastado varias regiones del país; especialmente en el Valle de Sula; además del contagio por COVID-19, que aún sigue activo, y la constante corrupción e indiferencia de la clase política y social.
Es triste. Creo que como hondureños no nos caracterizamos por tener un fuerte sentido de patriotismo como lo veremos en los mexicanos o colombianos precisamente por lo mismo, las constantes decepciones de nuestro país nos han llevado a generar esa distancia emocional; pero independientemente nos duele. Duele en el corazón y en el alma. Duele la impotencia de no poder ayudar como quisiéramos. Duele ver lo privilegiado que somos por tener un techo, comida, y ropa limpia cuando hay otros que lo han perdido todo. Y aún así, con lo poco que tenemos nos hemos dispuesto a ayudar, donando mucho de lo poco que tenemos.
Esa tristeza e impotencia seguramente nos ha llegado a afectar al punto que no podemos desempeñar nuestras actividades diarias de la forma que antes si lo hacíamos. Yo he dejado de escribir todos los días, no me dan ganas, y a la vez pienso que ese tiempo podría utilizarlo para ayudar a los demás. Lo mismo puede suceder con el trabajo, estamos ahí pero nuestra mente está pensando en qué más podemos hacer, todo esto porque al ayudar disminuimos ese sentido de impotencia ante una autoridad indiferente, vil, e ineficiente.
Sin embargo, debemos recordar que si nosotros no estamos bien no podemos ayudar. Nadie puede dar lo que no tiene, por lo tanto, si, sigamos ayudando, sigamos donando, sigamos apoyándonos, pero no nos olvidemos de nosotros mismos. De verdad, entendamos que no es egoísmo, más bien, se trata de estar en óptimas condiciones para ponernos al servicio de los demás y con esto no solo me refiero a ser voluntario. Desde nuestro hogar, nuestro trabajo, desde donde sea, podemos servir y poco a poco ir marcando una diferencia, por pequeña que se perciba.
Hoy los invito a tomarse un tiempo para reflexionar como se sienten, que ha cambiado en ustedes y plantearse las preguntas… ¿qué hago ante tanta tormenta? ¿Cómo vuelvo a nutrir esa esperanza? La respuesta es más simple de lo que creemos pues ya está dentro de nosotros mismos. Démonos un break de las noticias y redes sociales, y regresemos a lo más básico, a disfrutar ese café a solas, a ese libro que tanto hemos querido leer, a ver esa serie o película en Netflix, a iniciar o terminar esa pintura, a volver a hacer esos ejercicios que tanto disfrutábamos, lo que sea para ustedes, todo es válido.
Necesitamos estar bien, por nosotros y por los que tanto nos necesitan.
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